Los restos de su recinto amurallado, sus más de mil bodegas antiquísimas, la portada románica de la iglesia de la Asunción, sus miradores, sus gentes. No hay más que recorrer sus estrechas y empinadas calles a las que se abre un bien conservado conjunto de arquitectura popular, para descubrir que La Villa de Fermoselle es mucho más que un simple pueblo.
Fermoselle se sitúa en el confín suroccidental de la comarca zamorana de Sayago y está cercado por los ríos Duero, al poniente y mediodía, y Tormés al sur, que confluyen en el lugar denominado por las gentes de Fermoselle como Las Dos Aguas; en la otra orilla quedan Portugal y la provincia de Salamanca. El paisaje berroqueño y de lineas onduladas que nos acercan a la frontera se interrumpe por los quebrados barrancos que se precipitan al hondón de los ríos principales. Estamos en los Arribes o Arribanzos de fuertes pendientes dominadas por los fermosellanos desde tiempos inmemoriales para la agricultura con la construcción de bancales. Además, la bonanza térmica de este enclave microclimático ha favorecido el cultivo del viñedo y el olivo acompañados por frutales.
En la tortuosa topografía de peñascos, fallas y despeñaderos, y sobre un cuchillo de peñas, se erige la villa de Fermoselle, capital de los Arribes del Duero. El extremo del picón lo ocupan las ruinas del castillo de Doña Urraca y las amplias y sólidas casonas de antigua construcción en torno a las calles tortuosas y empinadas, como La Nogal y el Torrojón, que se desparraman pasado el arco de la antigua barbacana.
La Villa de Fermoselle fue declarada Conjunto Histórico-Artístico en el año 1974 y en él se incluye la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que conserva muros y arcos románicos aunque sus rasgos fundamentales son de estilo gótico, y las cuatro ermitas de la Soledad, Santa Cruz, Santa Colomba y San Albín.